Por Gabriel Montiel - Venezuela
El soldado nazi manda arrodillar formando una fila a los prisioneros. Está molesto por algo que, a su juicio, se ha hecho mal. Quiere saber quién es el culpable. Apunta con su arma a un prisionero y le hace la pregunta: -¿Quién ha sido?-. En el ambiente se respira miseria y miedo. Al no tener la respuesta que quería, le dispara en la cabeza sin ninguna lastima. El muerto se desploma sobre sí mismo. Entonces un niño, un prisionero, levanta su mano a vista del soldado y este le pregunta: -¿Vas a decirme quien fue el culpable?-. El pequeño comienza a llorar mientras afirma con la cabeza y, señalando al hombre ya muerto, grita: -¡Fue el!-. El soldado mira al muerto, mira al niño, e interrumpe la matanza. (Narración basada en una escena de la película La lista de Schindler)
Un jovencito de pensamiento muy rápido es el que se presenta en esa escena. Conozco un chiste (lo cual es mucho más agradable) que seguramente tiene muchas variantes dependiendo de donde usted viva, se trata de un joven que trabaja en la frutería de un supermercado. Se acerca un hombre gordo de traje y pregunta al joven si puede venderle medio melón. El muchacho le dice que primero le pedirá autorización a su supervisor. El supervisor está al final del mismo pasillo, el joven se acerca y le dice: -Jefe, allá hay un baboso barrigón con cara de sapo que quiere comprar solo medio melón- dice esto sin percatarse que el hombre está parado detrás de él. El hombre carraspea bastante fuerte para advertir su presencia, y al verlo, el joven exclama: -¡ah, y este elegante caballero quiere que le vendan la otra mitad!-.
El pensar rápido puede sacarnos de apuros y evitar que tengamos problemas mayores. Claro, no todos tenemos la capacidad inventiva que manifiestan los personajes arriba descritos y realmente bastará con evitar ser imprudentes al hablar para no tener dificultades como las del joven del supermercado. Pero hay ocasiones en las que necesitaremos tomar una decisión con relativa rapidez si no queremos que las cosas comiencen a ponerse feas. En esos casos es común ver como algunos recurren a las mentiras, los insultos o las amenazas para salir del atolladero.
¿Por qué no utilizar el potencial de nuestro cerebro en lugar de alguna artimaña? ¿Es muy difícil llegar a conclusiones sensatas, morales y veraces cuando se está bajo presión? La respuesta es sí. Si es difícil, si no estamos acostumbrados a buscar la mejor solución; y para estar acostumbrados, debemos ejercitar nuestro pensamiento, entrenarlo para que actúe de forma correcta.
Nos vendrá bien para lograrlo el echar mano a algunos principios éticos y de comportamiento que sean positivos. Responder por medio de tretas generalmente generará más y nuevos problemas. Responder y solucionar de forma apropiada los inconvenientes, puede zanjar una cuestión de una vez por todas. Esta es la línea de acción para la que debemos programar a nuestro cerebro. Es la forma correcta como debemos reaccionar ante las dificultades repentinas. No es siempre fácil, ya he dicho que requiere entrenamiento, pero el resultado será que tendremos un productivo pensamiento rápido.
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