Por Gabriel Montiel – Venezuela
En los cursos de redacción y escritura se enseña al estudiante la importancia de evitar las falacias al expresar sus argumentos. La falacia es un argumento en sí misma, solo que contiene un error, un engaño, algo que no es veraz, una conclusión no válida. Cuando se dice con la intención de entrampar a otros, de presentarles un argumento que los confunda y los haga pensar como nosotros queremos, suele llamarse sofisma.
Nuestra vida misma está llena de falacias, así como nuestro vocabulario, que crean en nosotros un patrón de comportamiento poco productivo. Quizá sin darnos cuenta, utilizamos en el día a día argumentos falaces para justificar por qué nos comportamos de una manera u otra; o mostramos a alguien que se equivoca cuando en realidad los equivocados somos nosotros.
Existen varios tipos de falacias bien estudiados, hablemos solo de dos de ellos y comprobemos si forman parte de nuestra conducta; el primero: Argumentum ad baculum. Esta falacia en nuestro idioma se traduce como apelación al poder o al miedo, y es común escucharnos hablar muy convencidos y decir: - seguramente, lo que da origen a este problema es…, puedo asegurarlo gracias a mis veinte años de experiencia en el ramo -. ¿Es solo la experiencia suficiente para determinar la causa de algo? ¿No se requieren de pruebas que demuestren esas causas? ¿Cuántas veces hemos dicho algo parecido y luego retractado o disculpado por no estar en lo correcto?
Un ladrón amenaza con un cuchillo a una señora y le dice: - ¡dame la cartera o te corto! (está apelando al miedo)
Argumentum ad baculum se cumple cuando procuramos imponer una idea basados, no en lo lógico y claramente positivo de esta; sino en nuestro poder, influencias o atributos superiores a los de los demás. ¡Qué error es vivir así! No es necesario siquiera mencionar los problemas que esta forma de ser nos causa y el cómo perjudica a otros.
El segundo tipo de falacia: Non causa pro causa. Son falacias de causas cuestionables, las usamos al asegurar que algo ocurrió debido a… y mencionamos una causa poco creíble. Quizá la causa en sí misma sea creíble, pero no como respuesta al hecho ocurrido. – No pude aprobar el curso porque las asignaturas son muy difíciles – dice un estudiante. Eso es una falacia non causa pro causa. Ese argumento no nos permite corregir nuestro error, las asignaturas quizá sean difíciles; pero es más probable que el poco esfuerzo aplicado al estudiar sea la verdadera causa de haber reprobado. No somos sinceros con nosotros mismos y es obvio que eso nos afecta. – Choqué el vehículo de papá, esto pasó porque en la mañana se me quebró un espejo – (esta, creo yo, no necesita explicación alguna).
Intente descubrir cuántos de estos argumentos engañosos rigen su vida y elimínelos, cambie su forma de pensar, reconozca sus fallas y corríjalas. No le garantizará que jamás se equivocará, pero al menos dejará de vivir de falacias.
Vea también Vivir de falacias II
mmm... muy interesante, esto es para tomarlo en cuenta aunque ya que es muy cierto
ResponderEliminarWuao, que bueno es poder leer este tipo de informacion que permite mejorar en la vida...
ResponderEliminarCuantas veces he dicho tantas de estas falacias y no me daba cuenta. excelente escrito.