miércoles, 23 de marzo de 2011

Una fórmula para agradar a otros

Por Gabriel Montiel – Venezuela




    Los detalles, los pequeños detalles de la vida, hacen que esta sea más placentera. No cuesta mucho emplear esta filosofía, pero reporta una gran ganancia a aquellos que se especializan en aplicarla.

    A todos nos gusta que nos saluden con entusiasmo, que nos hagan regalos agradables, que nos feliciten; en fin, que se interesen en nosotros. Cuando alguien nos trata así, llegamos a sentir un aprecio sincero, y a veces hasta profundo, por quien nos otorga dicho interés. Nuestra relación con esa persona llega a ser de clara amistad, y es que no podemos ser contrarios de quien no es contrario a nosotros (al menos así razonamos sin que nos fijemos en ello).

     E aquí una filosofía de vida muy valiosa, un arte que pocos dominan, y por ende, pocos disfrutan de los manjares que ofrece. Intente esto con sus amigos, sus familiares y todos aquellos con quienes pueda, con quienes se encuentre en su día a día.

    Ofrezca pequeños detalles a otros. Hay detalles hablados: un saludo afectuoso, una pregunta sincera por la salud o algún interés particular de la otra persona que conozcamos, un elogio simple pero verdadero. Hay detalles gestuales: una gran sonrisa, un gesto de aprobación con las manos, una mirada cariñosa. Puede hacer pequeños regalos: un caramelo, una rosa, un lapicero, una tarjeta. Puede combinar varios detalles.


    El punto es que los detalles se deben tener todos los días, deben dejar una sensación de alegría en la otra persona. ¿Los beneficios? Piense en como lo tratara su esposa o su esposo, sus compañeros de trabajo, sus hijos, etc. Piense en cómo se sentirá usted, imagine como serán las relaciones con los demás. Empiece con algo simple, como felicitar por algo bueno que usted notó, quizá lo sabrosa que quedó alguna comida y verá en seguida los efectos de esta fórmula.


    Tengamos buen gusto al escoger los detalles que daremos a otros, y sobre todo que estos sean sin hipocresía. El aprecio sincero y el reconocimiento que se expresa en un gesto así causan el mismo placer que un vaso de agua fresca a un sediento. Tendremos además la satisfacción de que nos consideren buenos compañeros y amigos, y de que lo seamos en verdad.

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