Por Gabriel Montiel – Venezuela
Nuestro planeta es fascinante. Nos ofrece los recursos que necesitamos para vivir y muchas veces nos sorprende con fenómenos naturales y características que ni imaginábamos que existían. En ocasiones, estas maravillas pueden estar más cerca de nosotros de lo que creemos; en un jardín común y corriente por ejemplo.
Cymbopogon nardus es el nombre científico de una planta gramínea conocida, dependiendo del lugar donde crezca, como: Belgata, Hierba de Limón, Zontol o Citronela. En Venezuela, donde se le llama Paja de Te o Citronera, suele verse en algunos jardines atesorada como planta medicinal*. Puede crecer cerca de un metro de altura y es muy resistente al clima. Es habitual su uso para tratar el resfriado común o la tos y también se consume como un te muy delicioso.
En algunos recursos de la red le atribuyen la capacidad de repeler insectos. El geraniol es un componente importante de esta planta. Ciertamente es una especie herbácea muy útil. Para preparase un te, basta con tomar algunas de sus largas y lisas hojas y hervirlas en agua por unos minutos, agregar azúcar al gusto y listo. Se debe tener cuidado al recolectar sus hojas pues los delgados bordes pueden causar cortaduras.
En la elaboración de medicina natural, se le emplea acompañada a otras plantas curativas como el Toronjil, el Limón y la Sábila.
La Siempre Viva o Prodigiosa, es otra aliada natural de la salud. Su nombre científico es Kalanchoe pinnata (Bryophyllum pinnatum) es una planta de hojas verdes ligeramente dentadas que se emplea en el tratamiento de golpes como antiinflamatorio, colocando cataplasmas de sus hojas sobre la zona afectada. Puede consumirse en forma de te pero teniendo el cuidado de no utilizar demasiadas hojas, pues se dice que su efecto es muy fuerte. En Venezuela se le conoce con el nombre de Colombiana y se consigue plantada en los jardines y patios de algunas personas. Resiste muy bien el clima del lugar y resulta muy fácil su cultivo pues una sola hoja caída tiene la capacidad de generar raíces y formar así una planta nueva.
Hay muchas cosas por aprender de la Tierra, nuestro hogar; especies por descubrir, fenómenos que comprender y un sin número de rincones por explorar. Cada descubrimiento puede parecerle interesante amigo lector, puede incluso llenarle de asombro por sus características como las que hemos comentado en este artículo sobre estas dos plantas útiles para nuestro jardín.
*Escritores Latinos o sus redactores no promocionan el uso de ningún medicamento en particular ni ninguna medicina natural o alternativa. La elección de un tratamiento médico es solo responsabilidad del paciente quien debe buscar asesoría de especialistas calificados. La información publicada en este artículo es solo informativa y está sujeta a modificaciones.
domingo, 31 de julio de 2011
sábado, 30 de julio de 2011
A través del espejo
Por Gabriel Montiel – Venezuela
Recuerdo haber leído tiempo atrás, pero lamento no poder recordar donde, una historia aleccionadora; se trataba de una ilustración que enseñaba a tener un punto de vista apropiado sobre nuestras pertenencias y la manera como estas influyen en el trato que damos a otros. Decía más o menos como sigue:
“Un hombre quiso dar un consejo a su hijo, le pidió que observara a través de su ventana y describiera lo que veía. El hijo dio un vistazo a través del cristal y durante unos minutos hablo de los niños que estaban en el parque, de las aves que volaban en el cielo, de los vecinos que caminaban en la acera; describió los árboles, los autos y otras cosas más. Luego el padre colocó un gran espejo en la ventana y le solicitó que mirara de nuevo. El joven un tanto intrigado respondió: -ahora no veo nada, bueno, solo a mi mismo-. El padre asintió satisfecho y agregó: -si hijo, así es; la vida a veces se compara a mirarnos a través de un espejo. Cuando dejamos que una película de plata se interponga entre nosotros y los demás, dejamos de contemplarlos a ellos y solo nos vemos a nosotros mismos”.
En este relato la plata representa a las riquezas y los bienes materiales. ¿Pueden estos cambiar la forma en que vemos a los demás? ¿Hacer que nos comportemos como si no importara nadie más que nosotros mismos? La experiencia dice que si.
Pero no solo es la plata o las riquezas lo que puede causar ese cambio en nosotros, también lo hace el poder y todo aquello por lo cual pudiéramos llegar a sentirnos grandes e importantes, o dicho de manera mas clara, mas grandes e importantes que los demás. Mirarnos solo a nosotros mismos significa no manifestar empatía hacia el prójimo y no se necesita explicar que la falta de empatía es un defecto que estropea las relaciones interpersonales, o por lo menos las dificulta.
Si poseemos riquezas o autoridad; ¿Cómo podemos evitar que la película de plata convierta el cristal de nuestra ventana en un espejo? La respuesta es bastante sencilla, solo debemos tomar conciencia, recordar y tener presente siempre, que los demás son tan importantes como nosotros, que no somos superiores. No son nuestras posesiones las que nos hacen grandes. Un niño de tres años corre a los brazos de su padre, lo abraza cariñosamente mientras dice con orgullo: -¡Mi papi!- Para él, su papá es grande, es lo máximo. ¿Se imagina usted amigo lector que ese niño está pensando en las riquezas de ese padre? Claro que no, a ese niño no le importa si su padre es un magnate petrolero, o un maestro de escuela, o el hombre que vende periódicos en el kiosco de la esquina. Para él solo es su padre y eso es lo que cuenta. Pero claro, un pequeñín de esa edad aun alberga en su corazón inocentes sentimientos. Con el pasar del tiempo cambiará.
Los demás merecen que los tratemos como nos gusta ser tratados nosotros. Esta es una regla llamada regla de oro y la enseñó Jesucristo hace ya muchos años. Reconozcamos la importancia de nuestros semejantes, mostrémosles empatía y así evitaremos estar mirándolos a través de un espejo.
Recuerdo haber leído tiempo atrás, pero lamento no poder recordar donde, una historia aleccionadora; se trataba de una ilustración que enseñaba a tener un punto de vista apropiado sobre nuestras pertenencias y la manera como estas influyen en el trato que damos a otros. Decía más o menos como sigue:
“Un hombre quiso dar un consejo a su hijo, le pidió que observara a través de su ventana y describiera lo que veía. El hijo dio un vistazo a través del cristal y durante unos minutos hablo de los niños que estaban en el parque, de las aves que volaban en el cielo, de los vecinos que caminaban en la acera; describió los árboles, los autos y otras cosas más. Luego el padre colocó un gran espejo en la ventana y le solicitó que mirara de nuevo. El joven un tanto intrigado respondió: -ahora no veo nada, bueno, solo a mi mismo-. El padre asintió satisfecho y agregó: -si hijo, así es; la vida a veces se compara a mirarnos a través de un espejo. Cuando dejamos que una película de plata se interponga entre nosotros y los demás, dejamos de contemplarlos a ellos y solo nos vemos a nosotros mismos”.
En este relato la plata representa a las riquezas y los bienes materiales. ¿Pueden estos cambiar la forma en que vemos a los demás? ¿Hacer que nos comportemos como si no importara nadie más que nosotros mismos? La experiencia dice que si.
Pero no solo es la plata o las riquezas lo que puede causar ese cambio en nosotros, también lo hace el poder y todo aquello por lo cual pudiéramos llegar a sentirnos grandes e importantes, o dicho de manera mas clara, mas grandes e importantes que los demás. Mirarnos solo a nosotros mismos significa no manifestar empatía hacia el prójimo y no se necesita explicar que la falta de empatía es un defecto que estropea las relaciones interpersonales, o por lo menos las dificulta.
Si poseemos riquezas o autoridad; ¿Cómo podemos evitar que la película de plata convierta el cristal de nuestra ventana en un espejo? La respuesta es bastante sencilla, solo debemos tomar conciencia, recordar y tener presente siempre, que los demás son tan importantes como nosotros, que no somos superiores. No son nuestras posesiones las que nos hacen grandes. Un niño de tres años corre a los brazos de su padre, lo abraza cariñosamente mientras dice con orgullo: -¡Mi papi!- Para él, su papá es grande, es lo máximo. ¿Se imagina usted amigo lector que ese niño está pensando en las riquezas de ese padre? Claro que no, a ese niño no le importa si su padre es un magnate petrolero, o un maestro de escuela, o el hombre que vende periódicos en el kiosco de la esquina. Para él solo es su padre y eso es lo que cuenta. Pero claro, un pequeñín de esa edad aun alberga en su corazón inocentes sentimientos. Con el pasar del tiempo cambiará.
Los demás merecen que los tratemos como nos gusta ser tratados nosotros. Esta es una regla llamada regla de oro y la enseñó Jesucristo hace ya muchos años. Reconozcamos la importancia de nuestros semejantes, mostrémosles empatía y así evitaremos estar mirándolos a través de un espejo.
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