lunes, 16 de mayo de 2011

Historias y Cuentos

    Escritores Latinos se complace en presentar su nueva sección "Historias y Cuentos". Inauguramos este mes de Mayo con esta obra del talentoso escritor venezolano Gabriel Montiel.


"Lo que a los peces les gusta"


Por Gabriel Montiel – Venezuela

    Observaba a Piquenito desde el otro lado del rio. -¿Qué haces Pique?- le pregunté. –Estoy pescando- me dijo, mientras lanzaba al agua un pedazo de metal retorcido amarrado a un cordel. Se veía gracioso con sus pantaloncitos brincapozos, era un niño de apenas cinco años. -¿Y esperas sacar muchos peces?- pregunté. –Sí- me respondió, sonriendo y mirándome brevemente.

    Entonces cruce el puente, me acerque donde él estaba y le pregunté -¿Y cuántos peces ya has sacado?-. –Ninguno- respondió con su graciosa voz infantil. –Pero si saqué esto- me dijo señalando unos pantalones viejos que encontró en el rio; creo que se engancharon en el metal retorcido que usaba.

    -Siempre saco basura, pero algún día sacaré peces de este rio- dijo con seguridad. -¿Crees que a los peces les guste ese metal que les das para morder?- le pregunté, -quizás les parezca muy duro o con poco sabor. ¿Por qué no les das algo que si les guste?- y agregué –te enseñaré algo que he aprendido en mis años de vida-. Piquenito me miró fijamente, como si no tuviera la menor idea de lo que le hablaba. -¿Tu abuela te dio galletas hoy?- pregunté. –Sí, las tengo en esta bolsa- respondió. -¿Por qué no les das eso a los peces?- sugerí. -¿Usted cree que les guste señor?- preguntó recogiendo rápidamente su cordel. –Déjame ayudarte- le dije. Tomé el cordel, improvisé un anzuelo con un pedazo de alambre y en la punta coloqué una galleta.

    -Ya está, prueba con eso- le dije, el niño arrojó de nuevo el cordel al rio y yo me di vuelta para irme. No había caminado muy lejos cuando le oí gritar de alegría. ¡Qué emocionado estaba! ¡Había sacado un pez!, no era más grande que su propia mano, pero para él, era el pez más grande del mundo.

    -¡Se lo voy a mostrar a mi abuela!- gritó mientras corría rio arriba. Yo también estaba contento. Había ayudado a ese niño y no estoy seguro, pero creo que le había enseñado algo esa mañana. Una verdad que se cumple con todos nuestros semejantes, tal como con los peces. “Si quieres sacar peces del rio, no pongas basura como carnada; coloca mejor lo que a los peces les gusta”.




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sábado, 14 de mayo de 2011

Mi oficina... un oasis

Por Gabriel Montiel – Venezuela



    Existe una relación muy marcada entre el desempeño en el lugar de trabajo, la calidad del mismo y el ambiente en el que desarrollamos nuestras actividades. Cuando hablamos de trabajo pesado, trabajo tedioso, o de trabajo aburrido; estamos usualmente expresando con otras palabras que el ambiente en nuestra oficina, o donde sea que laboremos, es malo.
    
    Es posible que nuestros superiores no estén interesados en hacer modificaciones en los espacios, procedimientos y actividades de sus empresas solo para que el obrero o el empleado se sientan bien. Pues no todos los empresarios conocen los beneficios que podrían obtener si lo hicieran. Este artículo no está destinado a cambiar la mente del jefe. Pero si mencionaré algunos aspectos en los que nosotros los trabajadores podemos mejorar nuestro propio ambiente.


    Hablaremos usando como ejemplo una oficina, pero los principios pueden aplicarse a cualquier espacio o labor donde usted se desempeñe.


    Una oficina limpia, ordenada y bien arreglada permite tener una sensación agradable; una sensación agradable, a su vez, permite que mantengamos una buena actitud hacia nuestras labores, que las asumamos con menos estrés. ¿Cuántas veces ha dicho usted algo como: -¡estoy cansado de este montón de papeles, no quiero ver más papeles!-? Mira su escritorio y le da la impresión que ha pasado un huracán, que su trabajo es interminable. Si estos papeles estuvieran ordenados, quizá no estarían sobre su escritorio, al menos no todos. ¿Cómo se siente cuando el personal de limpieza acaba de quitar el polvo de los estantes con esos productos químicos de olor a frutas?, si usted no es alérgico a estos químicos, quizás diga algo como: -¡Uhmmm, huele sabroso!, entonces sonríe y su actitud cambia al menos por unos instantes. Como puede ver el ambiente puede influir en nosotros de manera positiva o negativa, haciendo que trabajemos mejor o peor. Por esta razón, colocar fotos de nuestra familia, un poco de música a un volumen adecuado, tener al alcance algo de café o caramelos; es una buena forma de mejorar nuestro ambiente laboral.


    Otra forma de mejorar nuestro entorno depende de lo que decimos a otros y de cómo se lo decimos. Si siempre hablamos de forma dura o criticona, si solo hablamos de los defectos de otros; estaremos desmejorando nuestro entorno y el de los demás. Sonreír, hablar con afecto, saludar de forma amistosa, comentar en forma positiva los logros de nuestros compañeros; son mejores estrategias de comunicación que influyen notablemente en bajar los niveles de estrés.


    Nuestra oficina no tiene que ser un lugar al que vamos solo por obligación, por ganarnos el sustento. Usted puede, si se lo propone, transformarla en un entorno agradable. La calidad de su trabajo aumentará, su desempeño mejorará y su estrés… bueno, usted sabe. Intente aplicar los consejos arriba expuestos y quizás pueda lograr que su sitio de trabajo sea un oasis.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La pluma del poeta

    Escritores Latinos se complace en presentar el primer artículo de esta nueva sección. Inauguramos con la talentosa escritora y psicólogo argentina Jorgelina E. Rodriguez, quien comparte con nosotros la siguiente obra.

“El que retrata”  


Por Jorgelina E. Rodríguez  -  Argentina

He intentado capturar la belleza en la fotografía. La imposibilidad me es propia como lo es el tiempo perdido. ¿Para quién algo es bello?, ¿de qué temporalidad hablamos?, ¿del pasado muerto?, ¿del presente que agoniza?, ¿del incierto futuro?
            Es una sombra todo aquello que me resume.

            De sus muertes, viajes internos al vacío, crepúsculos de los rostros, el viajero de alma extasiada y el hombre con sed mundana huye de sí mismo, mientras a su encuentro se avecina. La libertad su palabra. La soledad el destino que se traza.
Se pondrá un nombre que sea terrestre, ahogado de tierras angélicas y manos de luna llena. “Si hijo eres, padre no puedes ser”, se repite incansablemente. Se intuye en el alba, se desvanece en los espectros de la figura que emana.
 La belleza, que fin tan alto, lo que sus ojos anhelan y el cuerpo no halla; es que todo es imagen. El equilibrio capturado se emancipa, sed de estímulos que corroboren el espíritu vivo, en la juventud que se evaporó con los murciélagos de la noche.
            Una lente, el mundo a los pies, y el ojo se extravía en la mirada que está más allá del órgano. Os dice... “¿el fin o un nuevo principio?”. Porque todo retorna en una vorágine sigilosa y maléfica para el alma impía. Ermitaño es la forma de recubrirse de posibles huellas de heridas precedentes. Es otra forma de amar sin apostar a la dependencia de la ciclotimia de un otro. ¿Quién no lo es cuando la carne se hace polvo y el pensamiento se atomiza junto a la emoción?
 El ser que no existe se hace pedazos en donde queda únicamente el escenario de una reproducción inexacta.



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