viernes, 16 de marzo de 2012

Formula matemática de la belleza



Por G. J. Villegas - Venezuela


Recordaba hace poco la lectura de un libro cuyo contenido estaba lleno de teorías interesantes sobre las matemáticas. Presentaba una serie de cálculos, si bien exactos desde el punto de vista científico, muy curiosos dese una óptica menos académica. El libro se titula “El hombre que calculaba” de Malba Tahan.
En uno de sus capítulos se narra un incidente con un militar que solicita ayuda para saber si su prometida era bella o no. Vale hacer la aclaratoria que dicho militar no podía ver el rostro de la chica hasta haberse casado, porque esa era la costumbre en su cultura. Así que el personaje principal de la obra acudió en su auxilio solicitando ciertas medidas de la dama para al final concluir, guiado por un cálculo matemático, que efectivamente era hermosa.

    ¿Existe realmente una formula matemática para la belleza? Pues en realidad en la novela del señor Tahan se hace alusión a la llamada proporción aurea o número áureo. Es una forma de dividir un segmento en dos partes de diferentes tamaños de modo que dichas partes sean simpáticas a la vista. ¿Curioso verdad? Pues al tomar los valores de las partes y encontrar su cociente, el resultado debe ser igual a 1,618. Mientras más se acerque a ese valor el cociente de los segmentos divididos, más bella será la proporción a la vista. Sirva de ejemplo el rostro femenino: si medimos la distancia de la frente a la barbilla, y tomamos como división la altura de los ojos; tendremos dos segmentos de diferentes tamaños. Al dividir los valores podremos obtener un número decimal igual o cercano a 1,618 que nos indicará cuan hermosa es la mujer en cuestión (claro está, la belleza no se mide solo por este atributo, el personaje del libro citado explica que hay otros factores que las personas consideramos como hermosos).


    Estimado lector, seguro encontrará instructivo leer todas las referencias y enlaces aquí sugeridos sobre este tema. Sin embargo no pretendo hacer un estudio avanzado de la geometría en este artículo. Solo busco hacerlo pensar en el principio implicado en este asunto de las proporciones simpáticas a la vista.
Es claro que la proporción áurea tiene muchas aplicaciones en el arte, la construcción y el diseño, pero podríamos preguntarnos si acaso podría usarse este conocimiento en nuestras relaciones con los demás. Les propongo algunos casos específicos, pues cuando hablamos de relaciones humanas, así como con los números, es un terreno de posibilidades infinitas.


    ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestros hijos? ¿A nuestro cónyuge? ¿A los amigos? ¿A los padres envejecidos? ¿Al trabajo? ¿A las diversiones? ¿A Dios? ¿A cuidar la salud? ¿A nutrir el intelecto? ¿A leer este blog? ¿A comer?... en fin. Si trazáramos el curso de nuestra vida y todas las actividades a las que nos dedicamos como un segmento, y lo dividiéramos en dos, es decir, entre las cosas más importantes y las menos importantes, ¿cuál segmento sería el más largo? ¿El de las cosas importantes? ¿Qué actividades estarían incluidas en ese segmento? ¿Qué incluiríamos en el segmento corto? ¿Cómo afectan a los que viven y se relacionan con nosotros nuestra respuesta a estas preguntas?


    Todas las cosas que hacemos, están motivadas por algo. Así que para nosotros todo lo que hacemos tiene una razón de peso. Pero entendemos que no todo a lo que dedicamos tiempo es realmente necesario, algunas cosas las hacemos por puro gusto aunque no nos aporten ningún beneficio concreto. Piense amigo lector por un momento y trate de calcular como ha dividido su vida, ¿puede asegurar que ha dedicado el mayor tiempo (el segmento más largo) a las actividades más importantes y dejado el menor tiempo (el segmento más corto) a las de menos peso? ¿Cumple la forma como ha vivido su tiempo la regla de la proporción áurea? ¿Es el cociente de dicha división igual, o por lo menos muy cercano a 1,618?


    En conclusión ¿estamos viviendo una vida simpática, cuya proporción esté bien balanceada y nos aporte una sana satisfacción tanto a nosotros como a aquellos con quienes nos relacionamos? Quizá descubra que no es así, pero no se desanime, su vida no ha terminado aún. Solo cambie sus prioridades y ajuste el cómo y para qué emplea su tiempo; así se beneficiará de llevar una vida matemáticamente bella.

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